Sobre las ventajas de andar en bicicleta

¿Cómo se podrían medir con precisión las ventajas de andar en bicicleta? Hay unas mediciones muy simples como la de la gasolina ahorrada, o los precios de los pasajes del transporte público, pero creo que en muchos casos están perdiendo de vista un resultado todavía más interesante sobre este medio de transporte.

Pienso por ejemplo en un viaje que hice el año pasado a Asia del Sudeste. En mi primera parada de este viaje en Singapur compré una bicicleta, que me costó 680 SGD o unos 10,000 MXN. No es una inversión trivial y una parte de mi, influenciada por el frío cálculo de mis colegas cerdocapitalistas, me decía que de alguna forma debía de valer la pena. Valer en un sentido estrictamente monetario por lo menos, y eso es lo que dispara estas reflexiones.

Si comenzamos como arriba, comparándolo con el costo de otras formas de realizar el mismo desplazamiento, calculé que tomaría poco más de un año en recuperar mi inversión, pues por un lado ni me desplazo tanto y por otro lo hago de una forma ya de por si barata: en transporte público. Pero como también menciono, creo que el análisis necesita expandirse para considerar algunos hechos sobre la bicicleta que cambian las cosas.

El tiempo de desplazamiento

Seamos sinceros. Hay ciertos recorridos, horas y lugares donde moverse en bicicleta es por mucho la forma más eficiente de desplazarse. Ya sea porque no hay ruta directa, porque que el tráfico ya sobrepasó la capacidad de las calles (cualquier ciudad en cualquier momento, realmente) o porque algún evento no previsto interviene en el recorrido. En todo caso no es raro que moverse en bicicleta sea la forma más rápida de llegar, y el tiempo es dinero. ¿Cómo añadimos a la balanza esa diferencia de tiempo entre haberse ido en otro medio de transporte que podría haber sido sujeto a una de estas condiciones? Y no solo es el tiempo perdido, sino quizá posibilidades o eventos enteros. ¿Qué tal si por no llegar a tiempo a un lugar perdiste la oportunidad de tu vida? Eso seguro cuesta algo...

Dos bicicletas recargadas en un poste de luz, esperando su oportunidad de ser parte de un recorrido urbano

La capacidad de explorar

A veces ni siquiera se trata de en cuánto tiempo puedes o no llegar a un lugar, sino de la bruta capacidad de estar ahí. Retomando la anécdota singapureña se me ocurre pensar en los senderos, cuerpos de agua y templos en la montaña que visité en mi paso por Malaysia, Vietnam y las Filipinas. Seguro, sería posible añadirle un costo monetario a algunas de estas cosas (y no todas), pero muy rápido esta ponderación se vuelve completamente absurda. Si realmente hubiera pagado el taxi (el único medio posible en algunos casos) para visitar todos los lugares que visité en bicicleta quizá el costo de la misma se habría cubierto en un puñado de salidas solamente. Pero la pura verdad es que hay recorridos que solo se pueden hacer así. Y entonces tenemos un problema de medición más grande: ¿cómo medimos la posibilidad de una experiencia increíble contra la perspectiva de no poder hacerlo? Para mi la solución es clara: en términos de valor, es infinitamente redituable moverse en bicicleta, nadamás por esto.

Dos bicicletas recargadas en el barandal de un puente. Detrás se aprecia un gran río y muchísima vegetación alrededor.

Lo mucho que se disfruta pedalear

Cada ciclista con quien llegues a hablar tendrá una historia interesante sobre cómo comenzó y cómo decidió continuar andando en bicicleta. Hay algo fundamental, casi primario, en cómo nos relacionamos con nuestra forma de desplazamiento, en el convenicimiento de que es la forma.

Para mi tiene que ver con que, a diferencia de otros medios, en bicicleta desplazarse es el objetivo, no llegar. Claro, si la usas para llegar entonces hay una meta adicional, pero por lo menos a mi me pasa mucho que, por sobre la razón que me motiva a subirme a la bici, se sobrepone el propósito primordial de desplazarse por la dicha del desplazamiento mismo.

Es una satisfacción hermosa la de llegar a la oficina, a las 9 de la mañana, con la sensación de haber disfrutado el recorrido. Y el día podría haber estado de la patada pero al final tienes un tramo de recorrido que es para ti, para disfrutar y para reconocerte parte del mundo.

Y esto no puede posiblemente ponderar en medición alguna. Si ya desde el punto anterior era imposible la comparación, llegados aquí debería ser claro que tener una bicicleta está completamente en otro nivel.

Y es por eso que

cuando salgo hago (hacemos) un esfuerzo adicional por llevar una bicicleta. Y en efecto a veces esto hace el viaje más caro, pero solamente cuando uno hace el análisis superficial. Porque en el gran balance de las cosas, en la cuenta celestial, al subir mi bici al caimón cuando voy a la ciudad de méxico estoy creando una ramificación del devenir del universo en la que soy infinitamente más feliz que en la versión en la que no lo hice.

Yo y mi hermano disfrutando de ir por la masa para los tlacoyos

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