El árbol de las chingaderas

Estoy bien convencido de que existe un árbol (o algún tipo de planta en todo caso) que brota chingaderas por fruto, y tengo evidencia irrefutable de su existencia.

Mis observaciones comienzan en mi escritorio, donde me parece que cayó una semilla. Tan solo hace tres días estaba limpiecito y hoy parece que la hubiera abonado de tan abundantes frutos que ha soltado.

La semilla ha de ser parecida a la de la mandarina porque justamente encontré una sobre tres libros y junto a dos dulces de alegría. También creo que está bien enraizada la planta porque cada vez que cosecho (limpio) mi escritorio a los pocos días ya volvió a chingadecer.

Quizá sea una planta que vive en otro plano dimensional, cuya existencia solo me es revelada por los efectos que tiene en mi vida cotidiana: trato de poner los brazos para teclear un poco en la computadora y lo primero que se me atravieza es un vernier, trato de conectar el mouse para usarlo y me estorba el empaque de una potencia de bicicleta, trato de mover el dichoso mouse y unas hojas de papel a medio rayar detienen su paso.

Qué suerte he de haber tenido, que la intersección entre este plano dimensional y el nuestro sucedió exactamente en mi escritorio, y que justamente esa intersección haya salido tan fértil para el crecimiento de esta planta.

Supongo que lo mejor que puedo hacer en esta circunstancia es sacar algo de provecho de este juego de desarmadores para relojero o esta foto familiar que acaba de tirar el árbol.