Y yo que quiero hablar

En mi mente tan difusa a veces siento que para hablar necesito armarme, afinar mis vocablos y cargar mis versos, dejar las trincheras preparadas para la batalla. De pronto es tan difícil que el diálogo se te amontone en la garganta y lo que salgan sean unos pocos balbuceos. Todo sale mejor cuando lo escribo, si es que sale de esta atolondrada cabeza. Al menos escribiendo puedo retroceder, borrar, hacer ajustes, pensar con calma. Pero un diálogo, duelo de espadas al que me enfrento con un palo de escoba, una silla o un molinillo.

Irónicos mis momentos de elocuencia, contados y medidos, los menos críticos. Salidas al parque con casa de campaña y comida para tres días.