¿Y tu puedes ir al río un miércoles en la mañana?

Ya estaba pensando en disgustarme con mis colegas a los que invité sin avisar a mojarse en el río un lindo día miércoles de agosto y que tuvieron el atrevimiento de rechazar la oferca, pero me puse a pensar más profundamente al respecto.

El primer pensamiento que aparece es el de frustración, ¿Es que acaso no aprecia la gente que la vida es muy corta para estársela gastando en la oficina? No es como que esta clase de planes suceda todo el tiempo, una ausencia no va a matar a nadie, ni al empleado ni al empleador.

Entonces llega un segundo análisis. Esta sociedad y nuestro diseño económico castiga este tipo de sucesos. Nos castigamos los unos a los otros por disfrutar la vida. Todo lleva a posponer las cosas hasta el retiro, si llegas ahí.

No es culpa de mis amigos el no ir, por lo menos no del todo (sí creo que más de uno debería decir simplemente chínguesu vamos), sino de esta estructura social que nos tiene sujetos a actividades con las que no estamos completamente de acuerdo. ¿Cuántos realmente están haciendo lo que quieren hacer? ¿Cuántos pueden decir chínguesu vamos un miércoles en la mañana?